lunes, 26 de diciembre de 2011

Problems with my sister

15 de agosto, 2011


Viaje; normal, aceptable.
Llegada; caos.


¿Por qué un caos? Explicación simple, allí en Algarve, nos esperaban unos amigos, y también la mascota: la "media hermana" de Cucky, que tenía dos años. Él, dos meses.

No sé por que motivo exacto la perrita no simpatizó con Cucky, pero lo cierto es que sentía que había un animal más en la casa, y no quería que le quitasen su sitio, aunque fuese prácticamente su hermano.
Él quería siempre jugar con ella, pero la perrita no estaba mucho por la labor, y Cucky acababa por huir con el rabo entre las piernas tras un ladrido amenazante. Sin embargo, al fin de los cinco días se llevaban algo mejor.


En Algarve no ocurrieron muchas más cosas que contar, sólo los pequeños conflictos que tenía con su hermana, y las subidas a mi cama por la mañana.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Lisbon, beach time



Principios de Agosto, 2011


El viaje no fue tan bueno como el primero de todos, pues iba dormidito y todo era nuevo para Cucky.
Podría decirse que no le gustaba NADA el transportín, y que el 94% del viaje fue con un gemido constante. Pero eso ya lo había demostrado en la primera ida al veterinario (que prefiero no recordar) ya que se mantuvo llorando dentro, y fuera del transportín.


Llegada a Lisboa, casa de mi tía abuela, todo iba bien, solté a Cucky y... ¿qué fue lo primero que hizo?
Como no, se situó en la alfombra más antigua de la casa, a... descargar la mercancía.
El tema de las necesidades también era un poco complicado porque estaba en la edad en la que todavía no había terminado las vacunas y los veterinarios no aconsejan que el perro salga a la calle. Y como era mi primer perro, yo prefería no arriesgar.


La primera noche, terrible. Llantos, gemidos, lloros, sollozos, cualquier palabra relacionada con la aflicción que puede sentir un cachorro en una noche en la que necesita compañía.



Sin embargo, por la mañana, como si nada hubiese pasado. Robaba las chanclas y huía con ellas. El problema, es que eran de su tamaño y muchas veces el regreso a su escondite con el rehén... no terminaba como él quería, pues tropezaba con la chancla y se quedaba por la mitad del camino.

Todas estas aventuras del pequeño cachorro eran estupendas, pero, había un problema, la ida a la playa.
Como todo el mundo sabe, los perros no están permitidos en la playa,  y yo no quería ningún problema con las autoridades, y mucho menos si fuese por mi perro. El caso es, que los primeros días, le engañaba con una pelota, pero a los cuatro días, Cucky ya no se creía ese cuento.
Ignoraba la pelota y se pegaba a mis piernas, a veces soltando un gemido anticipando lo que ocurriría en breves momentos.


Cada día,nuestra vida en Lisboa iba siendo más fácil y rutinaria, pero, llegaba el momento de partir.


Próximo destino: Algarve

jueves, 8 de diciembre de 2011

Three months, four countries

En efecto, después de la salida de Estoril, éste cachorro no dejó de viajar.


Primero, el viaje de vuelta a Évora, donde estaba yo de vacaciones con mi tía en ese momento.
Metí a Cucky en el transportín, envuelto en la toalla amarilla que nos había dado la criadora. Durmió durante todo el viaje, y de vez en cuando, metía mi mano entre las rejillas para acariciar su suave pelo. Pocas veces abrió sus ojitos, pero cuando lo hacía y me miraba, una sonrisa invadía mi cara y no conseguía contenerla.


Por fin llegamos a Évora, y allí nos esperaban mi tío y tía abuela, con quienes se llevó a las mil maravillas.
Poco a poco, se atrevió a seguirme a otros rincones de la casa de mi tía y... a dejar un charquito en todos ellos. Ese era un contratiempo que no había pensado que fuese tan trabajoso. En dos meses,  yo manejaba la fregona, cual tenista su raqueta.


Después de sus pequeños descubrimientos, llegó la noche, y junto a ella, la hora de acostarse.
Una de las decisiones que tenía tomada desde el principio, era que el perro no dormiría en mi habitación, mas en la cocina. También fue una de las decisiones que más me ha costado realizar tras ver la primera noche, mejor dicho, oír la primera noche.
Estaba tumbada en el sofá viendo Get Smart, una de mis series preferidas, cuando vi la hora, tenía que acostarme, y a él también. Cogí al perrito en brazos y lo llevé a la cocina. Lo coloqué cuidadosamente en el colchón y me retiré lentamente. Sus ojos me miraban en la oscuridad, con confusión y sin saber que estaba pasando. Aparté la mirada y cerré la puerta.


"Aparentemente todo ha salido bien".  Eso creía yo hasta estar en la cama y escuchar un llanto que causaba escalofríos. Me daban ganas de llegar allí, abrazarle, llevármelo conmigo y dormir junto a él toda la noche. Pero eso no podía ocurrir, ¿qué pasaría el resto de las noches si no fuese a buscarle?
Así que, decidí quedarme en la habitación y esperar a la mañana que vendría en pocas horas.


Día siguiente, me levanto con una rapidez con la que nunca me había despertado. Fui corriendo a la cocina, mi tía ya estaba allí, pero él, que parecía ya que sabía quien era el dueño, se acurrucó inmediatamente en mis piernas.



Los días siguientes en Évora fueron similares.
En las próximas entradas os contaré como fueron en los demás sitios.